domingo, 26 de abril de 2015

La liebre en el lino

Leonardo Castellani
Publicado en Camperas: Bichos y personas (1931)


-Un linar siempre es peligroso para una liebre -dijo la Liebre Vieja-, y no asistiendo necesidad alguna, yo no veo...

-El linar -dijo la Liebre Joven, que era muy romántica- parece un lago celeste de tan tupido, igual y parejo que está, y de tan cuajado de florecitas, que parecen haberse abierto todas de un golpe esta mañana a un mandato de la brisa que las ondula. Me voy.


-Pero, ¿por qué razón?

-Por mi realísima gana.

Las Liebres, como todos los débiles, tienen el prurito de mostrarse enérgicas, y son caprichosas y tercas, creyendo desplegar así una singular fuerza de carácter. No hay más que verlas a escondidas una noche de luna cuando salen a triscar*, los correteos absurdos que dan, los brincos inverosímiles, las piruetas, aquel correr sin orden, amontonarse aquí y desbandarse al momento, mordisquear una matita de trébol y dejarla, aquel no hacer nada desplegando una actividad que marea. Pero no obstante, cuando el peligro asoma, aquel puñado de histéricas se recobra instantáneamente de su borrachera. Los remos de acero recuperan su elasticidad prodigiosa y devoran campo casi sin tocarlo; la vista se aclara, el oído se afina, y todas las fuerzas vitales convergen como resortes para la huida vertiginosa.


Pero en un linar no es lo mismo. Cuando la Liebre Joven sintió el ladrido de los dos perros se puso fría. Disparar** fuerte una liebre por un linar es como pedirle a un caballo que dispare por un cañaveral, según son rígidos, duros y espesos los tallos. No le quedó más remedio que recurrir a los brincos altos, cosa cansadora para sus patas, mientras que los perros, que eran de más alzada, avanzaban abriendo dos surcos en el lago verde, más por jugar que por otra cosa, pues no esperaban alcanzarla. Y van y van, la Liebre Joven ganando tierra a brincos desesperados, lo que la hacía muy visible -¡no tener yo la escopeta ahora!- y mis dos perros ladrando alegremente. Y he aquí que Cayuso tuerce bruscamente para cortarle la salida del linar. Y la doña torciendo continuamente la cabeza para esquivar al perseguidor y alargando desesperada sus saltos de langosta. ¡Bravo, Cayuso, pero no la alcanzarás! ¡Ya va a salir! ¡Pumba, tomá, el alambre!

La Liebre Joven, por mirar hacia atrás y hacia los lados, se topó con el alambre de púa y se degolló en seco.

-¡Cuatro ojos que tuviéramos en vez de dos, con los peligros que hay en esta vida, todavía serían pocos! -dijo la Liebre Vieja a sus hijas al terminar de contarles el suceso que ella presenció horrorizada desde su cama, hecha un ovillo, en tensión formidable todos sus músculos y sus nervios, para arrojarla si la descubrían, como una flecha, en un salto desesperado...
 
  -¡Cuatro ojos no bastarían! Pero ya que no tenemos más que dos, ¿por qué nos hemos de meter, canejo***, sin necesidad, adentro de un linar? Tratándose de la vida, hijas, todo cuidado es poco.

¿Qué no hubiera dicho la Liebre Vieja si se hubiese tratado de la Vida Eterna?



* Triscar. Retozar, juguetear.
** Disparar. Escapar, huir, correr (Río de la Plata).
*** Canejo. Interjección gauchesca: ¡caramba! Expresa asombro, admiración o susto.

sábado, 25 de abril de 2015

El sol artificial

Leonardo Castellani*
 

Las abejas se recogen todas a su casa de noche, lo mismo que los muchachos de veinte años. Pero hubo una vez una Colmena colocada junto a un foco eléctrico potentísimo y sucedió que las pobres abejas aquellas, pensando engañadas que era de día, trabajaban furiosamente de noche en las flores que entraban en el radio de aquel sol artificial. Así es que sus panales fueron al poco tiempo dobles que los demás.
 
-¿Pero se morirían todas de surmenage, eh?
-Eso mismo. No se de qué, fuese peste o fuese cansancio, lo cierto es que la colmena se me arruinó en pocos meses, y las que quedaron se mandaron a mudar a otro lado.
-¿Pero es verdad o es fábula?
-Eso nos enseña que habiendo venido todo bicho viviente a este mundo para trabajar debe hacerlo a la luz del sol, que es el Último Fin.
-Hay algunos que nunca han conocido su Último Fin o no quieren conocerlo, y sin embargo trabajan mucho y bien.
-Esos se fabrican con la luz de las cosas terrenas un sol de la tierra, un sol artificial, porque sin su luz no se puede trabajar. Pero habiéndose apartado del orden esencial van inevitablemente a la ruina.
-Y eso ¿como se prueba?
-A priori, eso tiene que ser así. A posteriori, a veces es un poco más dificil probarlo. Nuestros ojos son miopes. El Voltaire que nos retrata Sainte-Beuve parece haber alcanzado en la tierra la paz que la Escritura niega a los impíos. Sin embargo eso quisiera yo verlo de cerca. Me parece imposible que todo marche normal y no haya algo roto en una vida que se ha cimentado fuera de la Piedra que es Cristo, y bajo el sol caduco de las esperanzas terrenas.
 

 *Publicado en Camperas: Bichos y personas (1931)

 
El Angelus, Jean-François Millet (1857-1859)


viernes, 24 de abril de 2015

Estar contento

Leonardo Castellani
(argentino, 1899 - 1981)


Pintura de Rodolfo Ramos


¡Oh, laguna Pipo, si volviera yo a verte una vez más, y pudiese besar tus orillas, mis canas se irían todas de mi cabeza y volverían a cantar en mi corazón los jilgueros de mi infancia! 
Totoras

¡Si te viese de nuevo como aquella mañana
en que el sol saliente inflamaba tus inmensos aguazales azules sembrados de totoras y casi materialmente cubiertos por alfombras overas de innumerables aves acuáticas, flamencos rosas, patos blancos, caraús negros, chorlitos, biguás, gallaretas, quillas, tuyuyúes, tuyangos, siriríes, chajáes, teros y garzas que pescaban con inmensa algarabía

Yo estaba contento y escuchaba al borde del agua las cosas que me decían todas las cosas...


-Quisiera poder caminar por la tierra -oí decir a una Mojarra-, entonces sí que estaría contenta.
-¡Si yo pudiese volar! -silbó la Iguana

Iguana

-Nadar por el agua debe ser la gran felicidad -dijo un Tero desembarrando elegantemente sus patas.
-Tonterías -dijo un Pato bachiller-. Yo camino, yo nado y yo vuelo y sin embargo estoy profundamente descontento. Camino mal, chueco y desgraciado, y se ríen todos de mí; nado mal, y no puedo alcanzar a la Mojarra y tengo que comer gusarapos; vuelo mal y me alcanza en mi vuelo la escopeta. Mejor es saber una cosa bien que muchas mal. La felicidad consiste, a mi parecer, en tener todas las habilidades de todos los animales sin ninguno de sus defectos.
-Jay -dijo el Surubí asomando el hocico-, échele un galgo. La felicidad en esta tierra consiste en estar contento.
-¿Cómo se hace para estar contento con tantas penalidades?
-Para estar contento hay que estar contenido. En latín contento significa contenido. Hay que contenerse con gran fuerza dentro de los límites del charco en que Dios nos puso. La mitad de mis paisanos pasan una vida perra por andar buscando el mar cuando Dios los puso en la laguna. Hay que saber caber en su molde y apretarse adentro de la propia horma, y hacer el gusto a lo poco, mis hijos.
-Esas son teorías -dijo el Sirirí.
Pato sirirí

-¿Teorías? -replicó el Surubí muy enojado, asomando la aleta pinchuda y el lomo overo-. ¡Teorías son las de ustedes! Yo he sufrido mucho; y cuando uno sufre, sólo la verdad ayuda, y las teorías se apagan. Yo no he nacido en este barrizal, sino allá en el río Amores, que es un paraíso. Un día, una inundación me trajo aquí y yo que era joven y desprevenido no noté cuando el canal se secaba; y se secó y me cortó y me dejó en la laguna. Yo no soy pescado de barrial y pensé al principio morirme de dolor en esta pobreza. Lloré, grité, maldije, salté afuera a la playa, con peligro de ahogarme, y me golpeé la cabeza contra todas las totoras y los duraznillos. Un día entendí que recalcitrar era al ñudo y resolví explorar en todos los sentidos las posibilidades de la pobreza en que Dios sin remedio me había encerrado, hasta tocar el límite de arriba y el de abajo y los límites de todo el circuito horizontal. Viajé y trabajé y el trabajo me templó. Vi que no era tan pequeño el charco como mi dolor lo había exagerado y que para los años de vida que me quedan, al fin y al cabo, iba a durar sin secarse.
Surubí
 ¿Ustedes creen que alguna vez no se acongoja mi corazón queriendo locamente volar por los aires hasta mi río natal espléndido que él siente murmurar dulcemente atrás de aquellos pajonales? Pero yo le aprieto fuertemente por medio de la resignación. Y lo hago estar contento y contenido en este charco, con el trabajo, con hacer bien a todos, con los escasos placeres de este barrizal... 
y con la esperanza de... ¿quién sabe? ¿Por qué no puede venir un día otra inundación que me abra el camino del río inmortal para siempre?
  
Crecida en el Arroyo (río) Amores (Santa Fe)
Si yo me muero antes, me basta con esta vida a la que me he acostumbrado; pero, ¿quién me quita a mí la esperanza de la otra?


El Surubí se estaba metiendo en muchas filosofías y a mí la humedad de la tierra en que estaba tumbado escuchando me estaba haciendo mal. Me levanté, le tiré un cascotazo al pato sirirí y todos los acuátiles se zambulleron y toda la bandada se levantó de un golpe, sacudiendo el ambiente purísimo con el aletear repentino y unánime de sus rémiges poderosas.






Pintura de Raúl Uribe González


Fábula publicada en Camperas: Bichos y personas (1931).

Una lectura de Camperas, del Padre Castellani. Por Bernardino Montejano. 


domingo, 5 de abril de 2015

Con razôn nas creaturas


Cantiga de Santa María 342 (aparición milagrosa de un ícono de piedra)

Manuel I Comneno, emperador de Constantinopla entre 1143 y 1180, mandó construir un templo con piedra de mármol. Al serrar la piedra apareció en las vetas la imagen de Santa María con el Niño, y lo pusieron en la puerta.





Cómo Santa María hizo aparecer su imagen entre unas piedras de mármol que aserraban en Constantinopla.

"Con razón puede mostrar Dios su figura o la de su Madre en la naturaleza pues Él las quiso configurar."
 
Pues Dios en crear las cosas tal como ahora son o de otras muchas otras formas no tuvo, ni tiene que hacer esfuerzo alguno, ni aún en configurarlas se preocupa en exceso, pues el mismo poder tiene en el comienzo que en el final.

Por tanto, si en las piedras hace aparecer figuras, no lo debe tener nadie por raro, ni aun en las propias hierbas pues si para sí las hace nacer y les proporciona muchos colores no es por otra cosa que para que nos parezcan bien.

Por eso en Constantinopla sucedió, como supe, que Don Manuel, el Buen Emperador, mandó hacer una muy noble iglesia; y, como me contaron, ordenó traer de muy lejos mármoles para serrarlos por medio

y así hacer tablones grandes para ponerlos como zócalo del altar de la Virgen Santa, Madre de nuestro Señor. Y cuando estaban serrando vieron, en su interior, de colores allí pintada su imagen, bien como se la hubiese querido pintar Dios, 

[......]

teniendo a su Hijo en brazos, el que tomó carne de ella.
Una vez que supo el Emperador esto, cabalgó hasta el lugar, y una vez que vio la imagen, de inmediato adoró y la hizo poner en la puerta por donde debían entrar.

Y allí se encuentra hoy día, para devoción de todos.
E hizo esto a la Santa Virgen por la razón de que puede así ablandar con su gracia el corazón del malvado, como pudo moldear la piedra a pesar de ser muy dura.



SALVS MVNDI