sábado, 25 de octubre de 2014

Vanitas


El paso del tiempo es uno de los grandes protagonistas del Barroco. Si bien especialmente en el Renacimiento los tópicos tempus fugit (el tiempo huye), carpe diem (aprovecha el día) y memento mori (recuerda que vas a morir) sirvieron como recordatorio para invitar a gozar el tiempo efímero de la vida humana, desde finales del siglo XVI y a lo largo del XVII, con el Barroco, estos tópicos de origen latino recuperaron connotaciones anteriores, vinculadas con la filosofía estoica y con la religión cristiana.

De acuerdo al ideario estoico la brevedad de la vida era un rasgo fundamental de la condición humana, y debía ser asumido con dignidad. El cristianismo añadió la idea de trascendencia; y en las representaciones artísticas, la vida, tránsito a la eternidad, podía ser un espejismo engañoso, del cual la muerte era pórtico y desengaño. Convenía pues meditar sobre su inminente llegada.

La reflexión sobre la vida se apoyó también en el tópico conocido como vanitas, forma breve de referirse al vanitas vanitatum, et omnia vanitas del Eclesiastés (vanidad de vanidades, todo es vanidad), de amplio desarrollo también durante la Edad Media.

En el barroco surgió un género pictórico conocido como vanitas, que se caracterizó por la recurrente utilización de símbolos que figuraban la caducidad del tiempo y de los bienes terrenales. Una vanitas es una naturaleza muerta alegórica, que se vale de elementos simbólicos como las calaveras, los relojes, las flores o frutas -de fugaz lozanía-, las frágiles burbujas, los espejos, los instrumentos musicales -cuyos sonidos son pasajeros- los candeleros sin velas o con velas apagadas, y otros objetos apilados como ruinas, que representaban atributos del poder, la gloria o la fama, el conocimiento, las riquezas o los placeres (naipes, pipas, copas, etc.). Como en la literatura, en la pintura barroca cobró importancia el desengaño y la conciencia de la finitud de la vida.

El arte barroco pretendió captar en imágenes lo corruptible. Con singular patetismo, las calaveras recordaban la proximidad de la muerte y la necesidad de contrición. Se aprecia una intencionalidad moral en las pinturas del género vanitas. Los bienes terrenales son fugaces, solo vanidad, que se extingue con la muerte; y en estos cuadros, los elementos simbólicos que los representan se acumulan, dispuestos como despojos.

Este tipo de pinturas fue característico de las escuelas española y holandesa del siglo XVII. Entre los pintores españoles de vanitas se destacaron Antonio de Pereda (1611 – 1678) y Juan de Valdés Leal (1622 – 1690).

  • El sueño del caballero o Desengaño del mundo (atribuido a Antonio de Pereda)



A la izquierda del cuadro se ve a un joven caballero, ricamente vestido, durmiendo. A su lado hay un ángel que lo mira y tiene entre sus manos un mensaje, ubicado en el centro del cuadro y que parece dirigido a él: Aeterne pungit, cito volat et occidit (hiere eternamente, vuela veloz y mata).
 
Sobre la mesa se ven apilados diversos elementos simbólicos de la vanitas, con los que supuestamente el caballero sueña: hay dos calaveras (la muerte), una de ellas sobre un libro abierto (el conocimiento), una vela apagada (vida que se extingue), un reloj (el paso del tiempo), monedas, un cofre con joyas (las riquezas), naipes (el juego), un arma de fuego (la caza), una máscara (el desengaño, la frivolidad o la falsedad), partituras, un ramo de flores (lozanía efímera), un globo terráqueo, una corona de laurel y enseres de caballero (el poder y la gloria mundana), entre otros objetos.

Esta vanitas comunica un mensaje moralizador, admonitorio; y da a entender que la carrera del joven soñador no tiene un sentido real, trascendente. El motivo del joven soñador y el desengaño recuerdan a La vida es sueño (Calderón de la Barca).

  • Alegoría de la vanidad (Antonio de Pereda)



En esta vanitas un ángel sostiene un globo terráqueo, sobre el cual hay un camafeo con la efigie de Carlos V (Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico); el globo simboliza el poder y los dominios del emperador. Se ven otros elementos dispuestos sobre dos muebles: dos relojes (uno de aguja y otro de arena), joyas, monedas, retratos, naipes, un arma de fuego, enseres de caballero, una vela apagada, libros apilados y varias calaveras.

  • Alegoría de la salvación (Juan de Valdés Leal)



En esta pintura se disponen diversos elementos, al estilo de la vanitas, pero para representar la salvación como fin último del ser humano, intención moral de la obra. En lugar de tematizar la vana gloria, el cuadro se refiere a la gloria verdadera.

A la izquierda se ve a un ángel que mira a un joven, mientras con una mano sostiene un reloj de arena (el tiempo de la vida), y con la otra, orientada hacia arriba, señala una corona dorada rodeada de un halo de luz, con la inscripción Quam repromisit Deus (lo que Dios prometió), esto es, la salvación del alma. Como en las pinturas anteriores, el ángel comunica un mensaje (ángel significa “mensajero”).

En el resto del cuadro se presentan diversos medios para alcanzar la salvación: la oración (el joven tiene entre sus manos un rosario), la meditación y las lecturas piadosas (libros religiosos), la penitencia (el cilicio), la pureza y la castidad (lirios). Se destaca la presencia de un cuadro dentro del cuadro: la crucifixión -que trajo la salvación a los hombres-, ricamente enmarcada, con figuras de ángeles y motivos alusivos a la Pasión de Cristo. El rostro del Señor crucificado mira en dirección al joven, y también hacia quienes contemplan el cuadro.

  • Finis gloriae mundi (Juan de Valdés Leal)



Este es uno de los Jeroglíficos de las Postrimerías, junto con In ictu oculi (en un abrir y cerrar de ojos), cuadro en que se representa la rápida llegada de la la muerte, que apaga la vela de la vida y convierte en despojos la gloria mundana.
 
En Finis gloriae mundi se muestra una cripta con diversos esqueletos y los cadáveres de un obispo -revestido con ropas litúrgicas, báculo y mitra- y de un caballero de la Orden de Calatrava -envuelto en su capa-. Arriba, en el centro, puede verse la mano llagada de Cristo rodeada de luz, que sostiene una balanza (símbolo del Juicio Divino) con un mensaje en cada platillo: Ni más, Ni menos. El platillo izquierdo contiene varios elementos relacionados con el pecado (Ni más); en el platillo derecho (Ni menos) hay diversos elementos relacionados con la virtud, la oración y la penitencia. En el corazón que contiene el platillo derecho se ve el monograma del nombre de Cristo, que adoptaron los jesuitas: IHS (Iesus Hominum Salvator: Jesús Salvador de los hombres).

En la parte inferior del cuadro puede leerse la inscripción que da nombre a la pintura: Finis gloriae mundi (fin de la gloria del mundo). Las glorias eclesiásticas y militares no pueden llevarse al otro mundo: lo que cuenta es lo que Dios ponderará en su Juicio.


Otras pinturas de vanitas:


Vanitas. David Bailly (holandés, 1584 - 1657)

Vanitas. Maria van Oosterwijck (holandesa, 1630 - 1693)

Vanitas. Pier Francesco Cittadini (italiano, 1616 – 1681)

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Vanitas vanitatum et omnia vanitas. Cristoforo Caresana (compositor barroco, organista y tenor italiano, ca. 1640–1709).