lunes, 21 de julio de 2014

Los diez mandamientos de la Caballería


En La Chevalerie, León Gautier resume el Código con los deberes del caballero cristiano, en lo que él llama "los diez mandamientos de la Caballería".


1. Creerás en lo que enseña la Iglesia y observarás todos sus mandamientos.

Quedaba excluido el ateísmo o la neutralidad religiosa. 

La Caballería suponía una vida virtuosa. Los aspectos más salientes de la vida espiritual del caballero eran:

- la oración
- la devoción a la Virgen
- la contrición, cuando cometía alguna falta
- la vida sacramental y la asistencia a la Santa Misa
- los conocimientos religiosos
- la práctica de las virtudes teologales (fe, esperanza, caridad) y cardinales (prudencia, templanza, justicia y fortaleza).





2. Protegerás a la Iglesia.

La defensa de la Iglesia y de la la fe era un deber del caballero.




3. Tendrás respeto por todas las debilidades y te constituirás en su defensor.

La defensa de los débiles es una prescripción cristiana; otras culturas desprecian la debilidad y exaltan solo la fuerza.

Tenían especial derecho a la defensa de los caballeros: las viudas, y en general, las mujeres desvalidas; los débiles, pobres y necesitados, los huérfanos y los sacerdotes. 


4. Amarás al país en que has nacido.

El bien común se identificaba frecuentemente con el bien de la nación o de la patria. El Cid luchó en España hasta la muerte contra los enemigos de la fe. El caballero Rolando fue considerado como la encarnación viva de su patria, Francia.


Los últimos instantes de Roland. Miniatura del siglo XIII


5. No retrocederás ante el enemigo.

En el corazón del caballero confluían la corriente gala, la romana, la germana y la cristiana (con predominio de las dos últimas). El verdadero caballero jamás retrocedía ante el enemigo. Su fuerza radicaba más en la grandeza de su corazón que en la fuerza de sus músculos. En el Código de la Caballería, más valía morir que ser llamado cobarde.




6. Harás a los infieles una guerra sin cuartel.

Este deber se entiende especialmente en relación con la épica y secular lucha de la Caballería católica contra los Sarracenos. 

En la Edad Media el combate se materializó en parte en las Cruzadas, para la conquista de Tierra Santa.





La injusticia también hacía hervir la sangre de los caballeros, ante la situación de los muchos cristianos sojuzgados o cautivos de los infieles. La joven energía de la Caballería española se volcó a la campaña contra los moros, impulsada por la monarquía.

La caballería medieval requería un entrenamiento constante. La caza, el torneo y la esgrima contribuían al entrenamiento, y aportaban entretenimiento también.


7. Cumplirás exactamente tus deberes feudales, si no son contrarios a la ley de Dios.

El caballero debía a su señor estricta obediencia siempre que no le exigiese algo contrario a la fe, a la Iglesia o a los pobres.

No pocas veces los vasallos traicionaron a su señor, o estos imperaron despóticamente. Fue precisamente la Iglesia la que más inculcó el respecto al compromiso contraído. Insistió principalmente en los deberes del señor feudal, más fácilmente tentado por su poder en exceso, sin dejar de recordar sus deberes para con el vasallo. La traición a la palabra empeñada fue socialmente considerada como el crimen de los crímenes, solo comparable a la apostasía.

La estructura de la sociedad medieval se apoyaba en una red de fidelidades: de los súbditos al caballero, del caballero al señor, del señor a su rey, y de éste al emperador, y del emperador a Dios, el "Supremo Caballero". A su vez el emperador debía obedecer a Dios y ser fiel a los reyes, y descendía el ordenamiento jerárquico pasando por los señores, hasta el pueblo.


8. No mentirás, y serás fiel a la palabra empeñada.

La decisión de no faltar a la palabra es una de las tradiciones caballerescas que se conservan hasta hoy. 

En el Decálogo divino se dice: "No mentirás". En el Decálogo de la Caballería se agrega: "Serás fiel a la palabra empeñada". El caballero daba su palabra de honor: la palabra sola bastaba. En la Caballería se apreciaba de gran manera la sinceridad y el honor, al tiempo que se odiaba la traición y la felonía en todas sus formas, incluida la del verbo. Entre los diversos modos que tenían de referirse al nombre de Dios, Supremo Caballero, el más frecuente era: "Por Dios que no miente".





9. Serás generoso y liberal con todos.

El caballero debía ser dadivoso con los necesitados: debía dar y darse. Asimismo, la grandeza de su alma (magnanimidad) le permitía proyectar y realizar grandes obras. Su actitud debía ser de servicio y disponibilidad.




10. Serás, siempre y por doquier, el campeón del derecho y del bien contra la injusticia y el mal.

La Caballería implicaba búsqueda de la justicia: socorrer a los oprimidos y defender a los injustamente atacados. El buen caballero perseguía también al caballero felón, que abusaba de su poder para obrar la injusticia. 





Resumido de La Caballería, Alfredo Sáenz. Buenos Aires, Editorial Gladius, 2009 (sexta edición), págs 130 a 200.