lunes, 7 de julio de 2014

Ceferino Namuncurá con el Papa


En esta carta Ceferino Namuncurá relata la audiencia en que fue recibido por S. S. Pío X, el 27 de septiembre de 1904. Intercambiaron obsequios y el Papa le pidió que trabajara por la conversión de sus hermanos de la Patagonia.





Milán - 3 de octubre 1904


¡Viva Pío X!
¡Viva Jesús y María!
Istituto di Sant'Ambrogio di Milano
3 de octubre de 1904



Rmo. Pro Vicario de las Misiones
Pbro. D. Esteban Pagliere. - Viedma.
Rmo. Señor Pro Vicario


Me pesa mucho al tener la desgracia de escribirle tan tarde y darle una noticia tan consoladora después de casi 8 días en que sucedió. Pero vale más tarde que nunca, y confiado de que ya habrá recibido la carta que le mandó S. S. Ilma. el Sr. Arzobispo Mons. Cagliero el mismo día en que sucedió.

El 27 del pasado setiembre era admitido en audiencia por S. S. Pío X el Ilustrísimo Mons. Juan Cagliero con otros treinta Padres Superiores de las Casas Salesianas de América y, entre ellos "el hijo del Rey de las llanuras Patagónicas". (Así dicen los diarios de Roma).

A las diez horas y media a. m. tuvimos la máxima dicha de postrarnos ante los pies del Vicario de Cristo en la tierra. Yo tuve la gran fortuna de ser el primero, después de Mons. y Don Marengo, de besar el Sagrado Anillo a Su Santidad.

¡Ah, mi amado Padre, si hubiera estado presente en ese momento, hubiera podido comprender la bondad del Padre Santo! A ninguno dio a besar el pie. A todos, uno por uno, la mano veneranda. A mí me llenó de caricias. ¡Oh, qué amable el Santo Anciano del Vaticano!

Después que todos saludamos al Santo Varón, el mismo Santo Padre me hizo señas de que comenzara mi discursito, pues se lo había dicho antes Mons. Cagliero que yo diría algunas palabras en italiano.

Cuando empecé, todo lo hice sin sentir nada en el cuerpo. Pero después que estaba en la mitad, todo mi ser se puso, en movimiento; las piernas me temblaban, las manos igual, la voz se me perdía un poco en la garganta. Hasta que al fin, cuando me arrodillé para pedir la bendición a S. S. sobre mi persona, familia y para los indios de la Patagonia, se me aumentaron los temblores y las lágrimas saltaban a mis ojos; finalmente concluí, pero bien.

Y el Santo Padre, ¡con qué atención, amor y afabilidad me escuchaba! No quiso tampoco sentarse en su trono. Mons. le dijo que se sentara y él contestó: "Cosí in piedi sto bene. Lasciami stare". ¿Veis Padre qué bueno es? Después que yo acabé, él mismo me levantó y me habló, contestándome sobre lo que le había dicho; y aquí le diré casi tal como me lo dijo en italiano. Se lo traduzco en castellano, porqué en italiano no lo puedo escribir bien: todavía no soy muy guapo para escribir en italiano. Pero ya lo hablo bastante bien.

He aquí las palabras del Padre Santo: "Bueno, hijo mío, te doy gracias por lo bien que hablas del Vicario de Cristo. Quiera el Señor que puedas poner en práctica todo lo que en él dices: de convertir a todos tus hermanos de la Patagonia en Jesucristo. Y yo, a este fin te doy de todo corazón mi Apostólica Bendición. Di a tu papá que el Santo Padre lo bendice a él, a toda su familia y a toda la gente que está en su poder. Dios te bendiga, hijo mío".

Mientras decía estas cariñosas y paternales palabras, yo no podía contener las lágrimas. ¡Oh cuánta bondad la del Padre Santo!

Después que me dirigió dichas frases habló a todos en general, agradeciendo la filial visita, e impartió su santa y apostólica bendición. Creerá quizá ahora que aquí habrá acabado la audiencia, pero tenga paciencia, amado Padre de seguirme donde yo lo conduciré por medio de la presente. Dada S. S. la bendición a todos, Mons. le presentó el plano de la nueva iglesia de San Carlos (Bs. As.), y le rogó que escribiera de su puño y letra su santa bendición sobre dicho plano. El bondadoso anciano con una sonrisa propia de un santo, de Padre amable hacia sus hijos, contestó con todo cariño de su alma: "Si, come no. Vengan in tanto avanti, tutti quanti". Y nosotros pasamos enseguida a otra sala, en su escritorio, y le hicimos corona. A su izquierda se sentó Mons. Cagliero y todos los demás en pie. Mientras escribía S. S., Mons. le dijo: "Cuanta bontá, Santo Padre!" y S. S. contestó: "Per questi figli miei. . . " Además de ser el Padre Santo cariñoso y amable, era también muy alegre. Aquí viene lo mejor y más precioso. Después que escribió su autógrafo en el plano indicado, Mons. Cagliero le presentó la carta de los Novicios y Aspirantes de Patagones, diciéndole: "Santitá, qui cé una lettera degli Novizi e Aspiranti della Patagonia, e pregano a Vostra Santitá di mandar loro la vostra santa benedizione". Su Santidad tomó en seguida la carta y sin leerla escribió en seguida su precioso autógrafo, impartiendo su santa bendición a todos los Superiores y Niños del Noviciado de Patagones que S. S. I. Mons. Cagliero la mandó en la misma tarde a Vuestra Reverencia.

Aquí le debo advertir que después de la audiencia y almuerzo salí con el Reverendo Padre Garrone a visitar las catacumbas de San Calixto y después paseamos por la ciudad toda la tarde y a la mañana siguiente a las nueve tomé el tren para Florencia, de modo que no he tenido tiempo de escribirle enseguida la carta. Vengamos a lo de antes. Concluido de satisfacer a los deseos de todos el amable Pío X, Mons. presentó a todos los Padres, uno por uno, diciéndole el lugar de destino: a todos tenía algo que decirles. ¡Cuánta bondad la del santo Santo Padre! Mientras todo estaba en calma, yo me repuse de nuevo y no lloré más, Aquí varios Padres pidieron varias gracias; como ser: el Padre Burlot pidió la facultad de dar la Bendición Papal a todos sus feligreses con indulgencia plenaria y todos los demás pidieron la misma cosa; el Padre Santo lo concedió. De modo que el Reverendo Padre Garrone, cuando vuelva a Viedma, dará la bendición Papal con indulgencia plenaria; a los que confesados y comulgados rogasen según la intención del Sumo Pontífice, podrán ganar dicha indulgencia. Después otros Padres pidieron la bendición de tal persona, de esta otra, como uno: bendición para el presidente de la Nación; otro para el Gobernador de tal provincia, otro, para al Arzobispo, Obispo, etc., etc. El Santo Padre dijo que dieran; es decir, comunicaran a todas las personas que tuvieran presentes en mente y corazón que el Santo Padre los bendecía a todos. De modo que yo puedo mandar la bendición del Padre Santo a cuantos conozco y quiero. Capisce?

Me había olvidado que Mons. Cagliero, al principio cuando entramos, presentó al R. P. Garrone, diciendo a S. S. que era el médico de la Patagonia con permiso de la Santa Sede y de la Nación Argentina, que hacía mucho bien a los habitantes de la Patagonia y que era muy querido y apreciado por todos... Don Garrone decía después que no se esperaba de ser tan alabado por un Arzobispo delante de S. S.

Continuando a lo de antes, todos pasamos nuevamente besando el sagrado anillo del Pescador, para despedirnos. Yo me quedé bien último en besar el Santo Anillo y S. S. me hizo una caricia: "Addio, caro figliuolo", me dijo con tanta dulzura. Antes de que salieran todos, cuando pasó el Padre Garrone a besar la mano del Padre Santo, éste le dijo: "O mío Dottore, addio; Dio vi benedica". Después Don Güiseppe Vespignani, antes de salir dijo a S. S.: 'Santitá; lascia venire con noi in America il nostro Mons. Cagliero?" S. S. le contestó: "lo non so niente". Otro Padre le dijo: "Santitá, lo faccia nostro protettore ante la S. Sede?" Y el Santo Padre: "Questo si che é buono". Y después afuera todos. Ya habían salido todos los Padres y yo solo me quedaba un poco atrás. El Obispo que cuidaba a S. S., me llama y me dice: "Ti chiama Sua Santitá". Yo vuelvo atrás y me conduce al escritorio del Padre Santo que estaba sentado y buscaba una cosita. Yo me hinqué delante de S. S. y junté las manos. Finalmente S. S. sacó un rico estuche que contenía una medalla de plata. De un lado tenía el busto de S. S. Pío X, y del otro el mismo que indica a los fieles la Inmaculada. Le besé nuevamente la mano y me hizo una caricia. Le di las gracias y él con una dulce sonrisa me despidió. Yo salí de la estancia contento como un no sé qué decirle por el hermoso regalo; altro que hermoso: preciosísimo y santo recuerdo de un Vicario de Cristo, del que representa a Jesucristo mismo en la tierra.

Quizá me haya hecho este regalo porque yo le regalé un precioso quillango de guanaco que S . S. junto con Mons. Cagliero lo pusieron al pie del trono. Como quiera que sea, a mí me basta saber que el Papa muy rara vez hace regalo a uno. Si a mí me lo regaló será y demuestra que el Vicario de Cristo es muy bondadoso. Soy muy dichoso; tener la dicha de guardar un recuerdo del Rey Santo de los Católicos. ¡Sea Dios bendito por esto!

Este regalo será un honor muy grande para mi querida familia, para el Noviciado de Patagones: tener un compañero así distinguido por el Vicario de Cristo. Todo este honor lo depongo a los pies de mis queridos Superiores y compañeros del Colegio San Francisco Javier. No lo digo esto por soberbia, sino porque me glorío de pertenecer a la santa casa de buenos niños como son los de Patagones. Sigamos lo que he contado. Salí solito de la sala de audiencia y me fui a juntar con todos lo demás Padres. Aquí me rodearon todos y me preguntaron el por qué me había llamado el Padre Santo. Y yo mostré el estuche colorado, que en la parte superior tenía el escudo papal, y lo abrí para que vieran la medalla. Mons. me dijo que era muy afortunado y así los demás Padres.
En fin, para acabar de hablar del Padre Santo, baste decirle que todos los Padres decían: "Es un Padre de los Salesianos. Es un gran Papa. Mejor no nos podía tratar y nosotros fuimos demasiado imprudentes. Nos hemos aprovechado de su bondad. Además, la audiencia duró media hora y algo más. Durante media hora hemos podido contemplar el rostro venerando, amable y paternal de nuestro Santo Padre. Jamás me olvidaré de este día tan feliz. ¡Oh, qué bueno es el Padre Santo Pío X! ¡El Señor y la Virgen Inmaculada lo conserven por muchos años!...

Dicen que goza de una perfecta salud. Yo espero verlo nuevamente en San Pedro el día ocho de diciembre, cuando venga a pontificar en honor de la Inmaculada Concepción.

Después de visitar al Padre común de los fieles, Mons. Cagliero nos llevó al palacio del Cardenal Rampolla, para hacer una visita también a nuestro Protector ante la Santa Sede. El Emmo. Señor Cardenal estuvo muy contento de la visita y nos dió a todos su santa bendición y nos despedirnos, dirigiéndonos al Colegio del Sagrado Corazón, llegando allá a las doce y media.

Ahora, amadísimo Padre, para no ser más largo que el Passio del Viernes Santo, concluyo mi pobre relación, contento si satisfago en algo sus deseos. Ahora Mons. Cagliero se halla en Sicilia; el R. P. Garrone anda haciendo su gira de Nápoles, Venecia y Loreto y muchos otros lugares: volverá luego a Turín. Yo también he hecho mi gira; esta carta la escribo desde Milán.

Pasado mañana volveré a Turín y visitaré todas las casas salesianas de esa provincia. Después volveré nuevamente a Roma, y allí: "asiento Pastoral".

Acuérdese, amadísimo Padre, de este su humilde hijo en Jesús y María:


Ceferino Namuncurá


P.D.: Casi todos los diarios de Roma hablan mucho de mí, así como los de Turín. Dicen: el Príncipe Namuncurá Zeffirino, etc., etc.,lo que quieren decir de mí.